Lápida


En el camposanto de mi cuerpo manifiesto: Aquí yace mi pasión por ti.
QEPD

Dies dominica

A mis inertes amantes del sexto día.


La última noche vivida le recordó la infecunda tarea de buscar el origen etimológico de algunas palabras. Aquellas exposiciones eran resabios de esa vieja costumbre en búsqueda de una erudición bastante superficial. En épocas anteriores había creído una buena elección pasar la noche entre libros, pero ahora sencillamente le resultaba un pasatiempo inútil... Dies dominica...
Punto de inflexión de su existencia semanal. Nuevo hábito adquirido que alimentaba su dualidad. Ulterior transformación al ocaso. Desquicio intentando encarnarse en la temporalidad definida arbitrariamente. Momento donde la profanación a su instrucción dogmática era factible.
Dies dominica... Séptimo día de la semana civil, primero de la litúrgica, según la tradición bíblica el día de descanso consagrado al Creador. Pero su presente raciocinio la alejaba considerablemente de esa concepción original.

Un nuevo credo habitaba bajo la noche que se consagraba a la metamorfosis. El secreto habitaba en el punto de inflexión. Las vísperas al día de reposo la entregaban a un amante diferente, a nuevos labios impíos, a otro episodio nocturno saturado de deslices. Descansaba en lechos desconocidos pudiendo solo compartir la indecencia de su carne. Necesitaba beber el néctar impuro que le ofrecían, debía alimentar su deseo para sentirse viva durante la semana en perfecta santidad que se avecinaba.
Infectada de pecado deseaba permanecer entre excesos que no distinguían nombres ni sexos. Ahora era devota del placer, ferviente del desenfreno obsceno. Bajo el impulso animal que la dominaba no lograba evitar las perversas tentaciones. Entonces corrompía su pudor, entregaba con violenta energía la desnudez de su carne, percibía el ardor de ser habitada mientras desdeñaba la pasividad. Adoraba sudar la culpa difunta durante la batalla hedónica de los cuerpos.

Romper a pedazos las convicciones durante una noche tratando de evitar los infiernos. Destrozar su fe sometida a los calendarios. Exclamar súplicas vagas para intentar que cohabiten su indecencia y sus dogmas. Súbitamente percibe la armonía que brinda el alba del domingo y agradece la restauración de su castidad impura con una plegaria.

Hastío

Entederme sola después de sentir que éramos reales. Una decepción que no es trágica pero siento que lo fuera. Es el poder perverso del presente. Tu mirada vacía refleja la insignificancia del vínculo. Entonces descubro mi ternura expuesta y desgarrada, malherida a golpes emocionales perpetuos, solitaria en un rincón oscuro ella siente que una vez más no fue materia de pensamiento de hombre alguno. Ahora la ternura, agónica tras el desengaño, lentamente está muriendo.

Mientras tanto, inútilmente intento recordar el pasado colmado de ilusiones, ofrendas constantes y deseos desmesurados. Me resulta imposible comprender que mientras nosotros desentendimos los límites hoy una inmensa y dolorosa brecha nos separe. Fui inconsciente de que la pasión escondía un pequeño engaño que se acrecentaba sutilmente. Ignoré la distancia en el mirar en la lejana cercanía de nuestros cuerpos. Fui víctima de mis propios anhelos y ahora la soledad se convierte en mi elección. Veo el quiebre en el lazo ahora mojado por la lluvia.
Y comprendo que todo vuelve a ser lo mismo.
Porque cada hombre se reencarna en el mismo error,
la misma decepción, el mismo dolor,
acompañado por el mismo silencio,
bajo la misma lluvia.
Las mismas gotas bajo el mismo paraguas. Las mismas lágrimas que inundan mi mundo reducido al hastío.








* Porque aún siento la presencia de tu ausencia

La inocencia es otra mentira

Intento recordar el instante en que se hizo presente, el segundo preciso donde despóticamente decidió acompañarme en mi existencia. Aquel instante, ahora lejano, donde comenzó a habitarme de manera invasiva sin que mi razón percibiera aquello que estaba gestándose. Su sutileza tornó imperceptible su accionar ante mi mirar cauto y plasmado de prudencia. Crédula de su imagen pura, inconsciente del porvenir, ignorante de que ese minúsculo instante era el génesis.

Su imagen inocente ocultaba la perdición que causaría a mi menguante cordura. Ella se manifestaba tras una sonrisa nívea con el persistente deseo de habitarme. Su figura comenzó a ser reconocida por mis anhelantes ojos. Establecimos un vínculo perfecto. Jugar con ella me otorgaba el mayor de los placeres cuando éramos un cuerpo. La felicidad parecía factible y próxima mientras ella permaneciera. Amaba la totalidad de su ser: su esencia colmada de frescura, la dulzura de sus labios, su risa que llenaba el aire de flores que jugaban hasta llegar a mis oídos, su inmaculada mirada. Creábamos nuestro pequeño mundo donde nuestros deseos podían fusionarse perfectamente. Nos reflejábamos mutuamente, hasta compartíamos esa estúpida costumbre de volar en hamacas para alimentar nuestro espíritu lúdico.

Crecías dentro de tu piel pura, el pecado te había consumido solo un poco. Eras devorada por mi sacrilegio constante sobre tu cuerpo. Continuabas acompañándome, pero yo entonces comprendía que la inocencia era otra mentira.

Nuevos apetitos nacían en mí y, a pesar que me otorgabas todo, la satisfacción no era posible. Sed de nuevos juegos acompañados de la impotencia de no poder amoldarme a mis deseos. Sentirme ingrata. Ella había hecho de su esencia una continua ofrenda. Pero en esa verosímil inocencia subyacía la opresión en su forma más perversa. Ella limita, comprime, impide, satura. Ella, mi mayor conflicto. Ella, quien habita en mis huesos. Ella, solo asfixia con las mismas manos que jugaban. Ella, ahora enturbia mi existencia. Ella, percibe que he mutado. Siente que el cambio está próximo y todo estallará.

Hoy es el día: La niña que me habita debe morir. Dejar de ser la niña que era. Olvidar los caprichos. Abandonar los tontos juegos. Acabar con la pureza. Terminar con la inocencia.

Y la niña solo debe morir.







*Nota: Publicacion exclusiva conforme a la insistencia de una persona más que especial. Trataré de retomar viejos hábitos. ;)



Ya no creo en el amor.

Fue perversa la noche que me guío a tus labios en una búsqueda interminable de éxtasis. Colmada de despojo decidí que la entrega de mi ánima florecería de la forma más deleitable. Y así fue... estremeciste mi carne, cautivaste mi alma, saciaste y asimismo potenciaste mis deseos por arder entre las llamas del placer. La ausencia de luces fue cómplice de nuestros juegos, plagados de miradas ciegas y caricias libertinas, y mi carne con mayor intensidad se estremecía ante tu cercanía.

Tu feroz respirar consumía mi aliento mientras expulsabas mis miedos. Mi dolor se marchitaba ante tu imagen, entonces creía que el día de mi redención estaba próximo.
Soñaba con los más dulces juegos que compartiríamos, pensaba en cada una de las miradas que perpetuaría en el tiempo, y el modo en que tus ojos se posarían en la finitud de mi cuerpo. Creaba nuestro pequeño cosmos tejiendo nuestros seres con hebras invisibles y eternas de anhelos. Deseaba que crecieras dentro mío, y habitaras en la profundidad de mi existir dominándolo todo con tu inmaculado silencio.

Y quería que fuera de esa manera porque las palabras jamás nos fueron útiles... no hicieron falta para encontrarnos en la infinidad del universo y por eso decidí que prescindiríamos de ellas. Tal vez, mi desprecio hacia esas malditas se torno en su venganza... súbitamente llegaron a mis oídos, colmaron también mis ojos presentándose con la confusa inexactitud que las caracteriza y entonces revelaron cruelmente tu secreto.
Comencé a desvanecerme, sentirme fría cuando te convertiste en neblina, una figura vacía entre mis sombras. Te transformaste en un complejo delirio quebrantado. Y en este instante dejando mi obstinación de lado, tomo a mis enemigas como aliadas simplemente para manifestar que ya no creo en el Amor, simplemente porque el Amor no cree en mí.