La inocencia es otra mentira

Intento recordar el instante en que se hizo presente, el segundo preciso donde despóticamente decidió acompañarme en mi existencia. Aquel instante, ahora lejano, donde comenzó a habitarme de manera invasiva sin que mi razón percibiera aquello que estaba gestándose. Su sutileza tornó imperceptible su accionar ante mi mirar cauto y plasmado de prudencia. Crédula de su imagen pura, inconsciente del porvenir, ignorante de que ese minúsculo instante era el génesis.

Su imagen inocente ocultaba la perdición que causaría a mi menguante cordura. Ella se manifestaba tras una sonrisa nívea con el persistente deseo de habitarme. Su figura comenzó a ser reconocida por mis anhelantes ojos. Establecimos un vínculo perfecto. Jugar con ella me otorgaba el mayor de los placeres cuando éramos un cuerpo. La felicidad parecía factible y próxima mientras ella permaneciera. Amaba la totalidad de su ser: su esencia colmada de frescura, la dulzura de sus labios, su risa que llenaba el aire de flores que jugaban hasta llegar a mis oídos, su inmaculada mirada. Creábamos nuestro pequeño mundo donde nuestros deseos podían fusionarse perfectamente. Nos reflejábamos mutuamente, hasta compartíamos esa estúpida costumbre de volar en hamacas para alimentar nuestro espíritu lúdico.

Crecías dentro de tu piel pura, el pecado te había consumido solo un poco. Eras devorada por mi sacrilegio constante sobre tu cuerpo. Continuabas acompañándome, pero yo entonces comprendía que la inocencia era otra mentira.

Nuevos apetitos nacían en mí y, a pesar que me otorgabas todo, la satisfacción no era posible. Sed de nuevos juegos acompañados de la impotencia de no poder amoldarme a mis deseos. Sentirme ingrata. Ella había hecho de su esencia una continua ofrenda. Pero en esa verosímil inocencia subyacía la opresión en su forma más perversa. Ella limita, comprime, impide, satura. Ella, mi mayor conflicto. Ella, quien habita en mis huesos. Ella, solo asfixia con las mismas manos que jugaban. Ella, ahora enturbia mi existencia. Ella, percibe que he mutado. Siente que el cambio está próximo y todo estallará.

Hoy es el día: La niña que me habita debe morir. Dejar de ser la niña que era. Olvidar los caprichos. Abandonar los tontos juegos. Acabar con la pureza. Terminar con la inocencia.

Y la niña solo debe morir.







*Nota: Publicacion exclusiva conforme a la insistencia de una persona más que especial. Trataré de retomar viejos hábitos. ;)